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La vida sigue


La vida sigue…
Los carros continúan su paso apresurado por las avenidas.
Las noticias siguen mostrando informes buenos, regulares, malos y trágicos.
La música sigue sonando sin control y más alta que nunca en las calles del centro.
La gente sigue yendo al cine, al banco, a los moteles, al trabajo, a las tiendas de ropa.
Los vecinos siguen con sus peleas de siempre.
Los señores de la tienda de la esquina siguen jugando y fumando.
La señora de busto grande del frente, sigue observando a través de su ventana blanca, la vida de los demás y sigue renegando hasta de las piedras con las que tropieza.
La radio sigue sonando en la misma estación de siempre.
El loro sigue diciendo las mismas palabras, los mismos nombres, el mismo saludo.
Las fotos, el televisor, las sillas, siguen ocupando el mismo lugar en la sala.
Las paredes, las puertas y las ventanas siguen del mismo color.
Mamá sigue sintonizando los mismos canales religiosos para ver la misa y rezar el rosario.
Abuela sigue recogiendo las hojas del mango de la terraza y sigue barriendo la calle, aunque ya no es necesario.
Las mariposas se siguen estacionando en la corteza del árbol que tanto les gusta.
Esta calle sigue siendo la misma calle que siempre fue.
Sigue el olor a thinner de la carpintería y el ruido infernal y perturbador de las ambulancias corriendo sin piedad por la circunvalación.
La gente sigue con el mismo maldito vicio de los celulares en mano hasta para ir al baño.
Luis sigue jugando las pirinolas con el mismo balón roto.
Oscurece y amanece como de costumbre.
El gato sigue arañando el sofá rojo, sigue metiéndose a hurtadillas al cuarto para dormir debajo de mi cama.
Él sigue bebiendo alcohol a chorros, se lo inyecta en las venas, como siempre lo ha hecho.
Yo sigo con los mismos miedos y las mismas pendejadas de siempre.
Sigo, sagradamente, con mi rutina nocturna de series y películas extranjeras.
Se sigue siriviendo el café a las cinco de la mañana y a las tres de la tarde.
Es duro reflexionarlo, y escribirlo también:
todo sigue igual desde aquel día diecisiete en que te fuiste,
y aunque fue mi culpa,
aunque los corazones estén rotos,
aunque estén atónitos,
aunque tu nombre aparezca en cada comida, en cada conversación, en cada anécdota, en cada segundo de cada día,
la vida sigue,
ella, señora de señoras,
no se detiene ni por ti, para que no te vayas,
ni por mí, para pedirte perdón,
ni por nadie más.
ni por nada.

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