Agradecida estaré siempre
con el que conspira
con el autor de los fascinantes enigmas
de la vida,
por la dicha de vivir la experiencia de
tus ojos,
por la ventura de convivir
con una de las miles de encarnaciones de
la valentía.
Agradecida estoy ahora
por todas las vidas que has vivido hasta
el día de hoy,
por todas las veces que has resucitado,
por todas las veces en que me has
resucitado.
Agradecida por tu singular sonrisa que
mientras ríe, llora;
agradecida por el negro contundente que
cubre tu cabeza,
por la manera en la que emprendes en el
amor,
por la forma en que defiendes a los que
están adheridos a tu corazón.
Digo gracias por todas las locuras
que he celebrado contigo,
por todas las veces que reí y lloré a
costa tuya,
porque todas ellas me han hecho saber que soy capaz de amar,
que soy capaz de renunciar a mi
respiración y a los latidos de mi corazón
por unos sueños que no son los míos.
Grito gracias porque como tú no hay
nadie,
por todas las miradas de admiración que
recibes
cuando vas por la calle o llegas a un
nuevo lugar,
por la grandeza que se asoma en la
ventana de tu sonrisa,
por los rayos de luz que cosechas dentro
y fuera de mí
y que de alguna manera expían mis
pecados.
Doy gracias por todos los mundos y
sueños que se erigen
cuando hablas, cuando duermes, cuando
caminas,
por el brillo inconmensurable que se
esparce en el ambiente
cuando recitas en voz alta tu ser.
Simplemente doy gracias porque este
destino me ensalza
con el honor más grande que jamás haya
recibido:
el de atestiguar tu existencia.
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