Ella…
¡Yo siempre hablo de ella!
Pero, ¿cómo no hacerlo si llevo toda la
vida levantándome a su lado?
Ella sólo es alguien que quiere escapar de
su humanidad
por unas cuantas horas, tal vez por unos
pocos días,
no tiene el valor suficiente para desear
más allá de eso.
Quiere traspasar por un momento las barreras
impuestas por la piel,
y volar hacia otros planos,
hacia mundos donde la regla establecida no
tenga ningún efecto.
Quiere inmigrar a territorios donde el
dolor tenga extinción de dominio,
porque el suyo, es un dolor que arde
tanto como la lava que se guarda en el corazón de los más temidos volcanes.
Algunas veces está hecha de espinas,
de latidos que se debilitan y disminuyen
con cada decepción.
A veces siente demasiado,
con detalles muy pequeños se conmueven
sus más apartados sentires;
pero, otras veces, se ubica en una
categoría mucho más baja
que la que ocupan las rocas que reposan
debajo del agua
inmóviles e indiferentes,
hay veces en las que no puede sentir
absolutamente nada
ni sufrimiento, ni felicidad, ni culpa,
se torna en un todo biológico,
que por ratos pierde conexión con su
parte emocional.
Su humanidad, en vez de hacerla más
humana,
la ubica en la casilla de antónimos de
esa palabra.
Me pregunto qué será de ella mañana o
pasado mañana,
me pregunto si sueña o si sólo la
atormentan pesadillas,
me pregunto si de verdad sabe amar,
me pregunto si alguna vez habrá reído
con honestidad.
Quisiera saber si algún día antes de
morir,
podré probar una versión distinta de
ella.
Quisiera poder traducirla a un idioma más
comprensible,
pero supongo que es sólo un mal código,
un algoritmo que aparenta sofisticación,
uno que oculta muy bien sus baches,
glitches
que quizá no admitan redención
o que tal vez se puedan corregir en una
nueva transcripción.
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