Se llaman así porque son amores que te
topas en el asiento de un autobús, en un día sábado a eso de la 1:00 de la
tarde, mientras el sol está en pleno clímax.
Son amores fantásticos, porque se
comportan igual que algunos cometas: pasan cada cierto tiempo, pero son pocos
los afortunados que pueden vivirlos.
Amores que duran lo que dura el viaje hasta
el lugar en donde uno de los corazones se baja y dice adiós en silencio,
mientras el otro, con extraña e insólita tristeza, lo ve alejarse por el espejo
retrovisor.
Están los amores a primera vista, los
amores de toda la vida y luego los amores pasajeros. Esta última, una
clasificación muy particular y un tanto despiadada, porque deja a dos destinos sumergidos
en una vorágine, deseando con ardor una segunda oportunidad para romper el
hielo, para dejar de ser desconocidos por toda la eternidad, para comenzar una
historia de complicidad, de amor, de amistad… tal vez pasajera, tal vez para
toda la vida.
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