Caminaba con distracción, llevando mi
mirada hacia objetos al azar, cuando en una bocanada de fortuna, delante de
aquel mostrador cargado de joyas y maquillaje, apareciste tú. Fui puesta allí
para inaugurar un show selecto, mis ojos fueron galardonados con la imagen de
un ser de fantasía; ver esa expresión fue un rumor de amor a primera vista, un
genuino portento, un momento de aquellos por el que cualquier ser humano caería
de rodillas ante su dios.
Mis pies no me permitieron avanzar, ese momento
tan perfecto me raptó en aquel lugar, por unos segundos yo gravitaba alrededor
de tu imagen.
Verte fue escuchar un piropo que sonroja
a la más secreta de las células del cuerpo, verte fue como encontrar un punto
en el universo en el que se repite la felicidad indefinidamente.
Verte fue dar oídos a una nota deliciosa,
en la voz de un piano sonando en la madrugada; verte fue sentir que el viento
se sabía mi nombre y lo decía despacito y por doquier. Te vi y se formó en mi
estómago un nudo de emociones, me desembarqué al instante del vagón de la
nostalgia y empecé a caminar a hurtadillas por la estación de la plenitud.
Mirarte allí fue como ver salir palomas
blancas del sombrero de un mago, como volver de carne y hueso toda la hermosura
de las flores; tenerte cerca fue como derrocar la tiranía de mala suerte que me
gobernaba por aquellos días.
A partir de esa ofrenda que me hizo la
vida, me volví idólatra de las casualidades, de esos pequeños prodigios del
tiempo que tienen el don de hacerte saber que la divinidad sí existe y que
surca la vida, los aires, esperando el momento preciso para decir “yo estoy
aquí”.
Usar las palabras “hermosura” o “deslumbrante”
para describirte, es una total injusticia, tengo la convicción de que tu rostro
es la carnada preferida de cupido. Ya me imagino cuántos luchan sin éxito a
estas horas, tratando de sacarte de sus cabezas, sin la más vaga esperanza de
poder concretar su tarea.
Tus formas esbeltas eran lo único nítido
en aquella masa interminable de borrosidades. A ti, donde quiera que estés,
fuiste un segundo de eternidad en mi historia; a ti, donde quiera que estés, fuiste
un amor a primera vista.
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