Imagen: Google.
Con manos frías y un tanto pálidas
rebuscó dentro de aquel
corazón lleno de telarañas
y en la pared, bastante
manchada y oxidada por las lágrimas,
encontró colgada la foto de una
cara que ya empezaba a perder nitidez,
la tomó con delicadeza y la
miró por largo tiempo
como queriendo personificar
los recuerdos que evocaba.
Después de un rato, con
resignación y dolor
recogió cada recuerdo de
ella,
cada migaja de su aliento,
los ecos de sus palabras de
amor,
de las promesas que nunca se
cumplieron,
los pedazos de su risa,
el color de su mirada,
cada una de las huellas de
sus labios,
la suavidad de sus caricias
y los besos esparcidos a lo
largo de ese órgano casi extinto.
Tomó todo eso y lo puso
dentro de una caja de cartón,
guardó un minuto de silencio
mientras miraba hacia la
ventana,
tratando de encontrar la
manera de decir adiós
sin desangrar su vida;
cuando por fin reunió el
suficiente coraje,
se puso en pie
y arrojó las pertenencias de
su corazón
a un mar bastante profundo,
incierto y turbulento llamado “OLVIDO”.
Después de innumerables
segundos,
ese músculo púrpura en forma
de puño
se quedó sin inquilinos,
a la espera de una lluvia
cálida
que rociara su sediento interior,
que rociara su sediento interior,
a la espera de un arcoíris
que le diera respiración boca a boca.
que le diera respiración boca a boca.
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