Imagen: Google. Con manos frías y un tanto pálidas rebuscó dentro de aquel corazón lleno de telarañas y en la pared, bastante manchada y oxidada por las lágrimas, encontró colgada la foto de una cara que ya empezaba a perder nitidez, la tomó con delicadeza y la miró por largo tiempo como queriendo personificar los recuerdos que evocaba. Después de un rato, con resignación y dolor recogió cada recuerdo de ella, cada migaja de su aliento, los ecos de sus palabras de amor, de las promesas que nunca se cumplieron, los pedazos de su risa, el color de su mirada, cada una de las huellas de sus labios, la suavidad de sus caricias y los besos esparcidos a lo largo de ese órgano casi extinto. Tomó todo eso y lo puso dentro de una caja de cartón, guardó un minuto de silencio mientras miraba hacia la ventana, tratando de encontrar la manera de decir adiós sin desangrar su vida; cuando por fin reunió el suficiente coraje, se puso
“Y la poesía es eso que nos asombra y nos nombra, que nos taladra las sienes como un balazo.” Raúl Gómez Jattin